Palabra hecha poesía

"Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
el adjetivo, cuando no da vida mata"

(Vicente Huidobro, Arte Poética)


¿Para qué detenernos en la poesía, si ya nadie la lee... si es aburrida o, en todo caso, muy difícil de entender...? En realidad, podríamos plantear la cuestión desde otro punto de vista. La vida, nuestra vida, está llena de cosas que impresionan y despiertan la sensibilidad: una canción, la enfermedad de un familiar, la soledad, el primer amor, la muerte de un ser querido... Este portal, precisamente está destinado a todos aquellos que todavía tienen la capacidad de emocionarse o indignarse y quieren comunicar a los demás dejando este tesimonio escrito. Porque esta es una actitud poética: descubrir una vivencia, resignificarla a través de la experiencia y apropiarse de ella, trasladándola a otro contexto.

El lenguaje poético que, muchas veces, parece inalcanzable, comenzó siendo un juego, una forma particular de traducir la realidad. Nació de transgresiones a lo convencional y anduvo muchos caminos, pero siempre privilegió la palabra por su significado y su sonoridad. Muchos se preguntan ¿Hay palabras poéticas y no poéticas? Y si es así, ¿Quién le otorga la patente de voces literarias? ¿O acaso todo depende del uso de las palabras?

Este portal tiene, entonces, como protagonista esencial la palabra poética, que es capaz de incurrir en numerosas contravenciones y rebelarse contra el poeta que la persigue, y también contra el lenguaje común que pretende restringir su significado.

A. E. S. G.

Mi sombra de barro gris.

(comentar)

Danzaba ante dietes y cardos,
bajo un bello sol crepuscular
que era moneda de oro ámbar.

Todo oscureció y me rodeó el silencio,
seguido por un gran ruido atronador.
Giré los ojos y vi el paisaje denso,
buscando una salida al menos, por favor.

El ambiente era escabroso y tenso,
y no sé de dónde emergía un hedor
que colmaba a todos mis sentidos,
como sumergiéndome y luego sacándome
en lodo pestilente, espeso, amargo y gris.
Era hedor pestilente, espeso, amargo y gris.
Era la lanza punzante y envenenada
que me contagiaba de un dulce ardor.

Mareándome, desesperándome,
sumido en un dolor antes sufrido
que ya me era conocido:
se hacía llamar terror,

era mi lodo, y siempre será.


Paulo Melendez

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